20 de julio de 2014

Lola, mi gran hermana mayor

Mi madre había decido quedarse conmigo, así que la familia aumentaba. Éramos una familia feliz, mi hermana mayor, Lola, fruto igualmente del abandono, mi madre y yo.

Hoy os quiero hablar de esa historia tan bonita, la anterior vez que la mencioné nos pusimos muy tristes porque Lola ya no está, pero quiero recordarla de manera feliz como espero que lo haga mi madre. 





Ella había perdido a su primera peque en el año 2006. Fue también recogida de la calle, y se llamaba Flea. Os contaré más adelante sobre ella. 

Estaba sumida en una profunda tristeza. 


Cómo llegó Lola a casa 


Mi mami seguía vinculada a la ayuda y protección animal, y un día navegando por internet se encontró un triste caso de una perra ya mayor abandonada en varias ocasiones en Cádiz. 

Se llamaba Lola, y malvivía entre unas ramas y la ayuda de una pequeña asociación sin apenas recursos que le suministraba algo de alimento. La mirada de aquella perra, el caso y la edad especialmente, llamaron la atención de mi madre. No podía consentir que muriese viejecita y sola en la calle. 

Por un lado, la idea de que fuese mayor también la preocupaba porque no quería que enfermase, ni siquiera sabía como se encontraba de salud, y pasar por lo mismo. Por otro, todavía estaba dolida por el fallecimiento de Flea y le era muy difícil pensar que ocupase su lugar. 

Mi mamá poco a poco entendió que eso es imposible, ningún compi ocupa el lugar de otro porque cada uno es único y especial, es como un hijo que solo se repite una vez en la vida. 

Se dio cuenta de que tenía que cambiar su forma de pensar y centrarse en darle una maravillosa vida los años que le quedasen. Así que tomó la decisión de adoptarla y la asociación se alegró muchísimo. 


Vino para quedarse 


Una mañana temprano llegó Lola a Madrid desde Cádiz en su jaula de transporte rodeada de bolitas que había hecho arañando la colchita que le pusieron durante el viaje. 

Cuatro años maravillosos de felicidad compartieron juntas. La recuerda con lágrimas en los ojos, pero siempre feliz pensando que ella lo fue hasta el último momento. 

Le salvó la vida y Lola se lo merecía como cada uno de los perritos ancianos que son abandonados cada día en cualquier parte del mundo. No me cabe en la cabeza como alguien puede abandonar a un miembro de su familia cuando más lo necesita sin pudor y culpa alguna. 

Pude compartir mi vida con ella durante un año y era una viejita maravillosa, tranquila, terca, vivaracha, divertida. 

La ponía nerviosa porque era un cachorro y estaba siempre detrás de ella para jugar, pero a pesar de todo siempre tuvo paciencia conmigo y me enseñó muchas cosas. 



Gracias por tu aprendizaje Lola y por hacernos felices, nunca te olvidaremos, y siempre estarás en nuestro corazón. 

Para la gente que dude en adoptar a un perro anciano, tiene que saber que es una de las experiencias más maravillosas de la vida. Son imprescindibles en cada hogar y nos necesitan más que nunca en esos años de su vida. 

Un abrazo

🐶🙍‍♀

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