
La Navidad es una época de regalos y consumo. No a todo el mundo le gusta, y para muchas personas es simplemente un periodo marcado por compromisos, prisas y decisiones impulsivas. Entre ellas, una de las más delicadas es adoptar un perro sin reflexionar, como si formara parte de un intercambio navideño más. Tomar esta decisión sin pensar en lo que realmente implica puede tener consecuencias tristes tanto para la familia como para el propio animal.
Muchas protectoras y refugios observan un aumento de solicitudes de adopción antes de Navidad, motivadas por el momento, pero también un porcentaje preocupante de abandonos en los primeros meses del año. Cuando pasan las fiestas, la rutina vuelve y aparecen las dificultades: falta de tiempo, gastos imprevistos o expectativas irreales. La realidad es que muchos animales terminan pagando decisiones humanas poco meditadas.
Un animal no es un objeto ni un regalo pasajero. Un perro es un ser sintiente, con necesidades físicas, emocionales y sociales que se extienden durante muchos años.
Adoptar significa comprometerse con ese ser, pase lo que pase: vacaciones, cambios laborales, mudanzas o momentos complicados. No es una decisión temporal, es un vínculo para toda la vida del animal.
La responsabilidad va más allá del momento
Adoptar responsablemente implica hacerse preguntas antes de dar el paso:
- ¿Tengo tiempo diario para paseos, cuidados y atención?
- ¿Puedo asumir los gastos veterinarios, alimentación y posibles imprevistos?
- ¿Mi hogar y mi entorno están preparados para integrar a un nuevo miembro?
Responder con sinceridad a estas preguntas es clave para evitar abandonos.
Adoptar con coherencia es pensar primero en el bienestar del animal, no en nuestras ganas momentáneas.
Si no estás seguro de querer adoptar, hay alternativas también valiosas: colaborar como voluntario en una protectora, acoger temporalmente a un perro, ayudar con donaciones o simplemente informarte y aprender sobre lo que implica convivir con un animal. Estas experiencias ayudan a tomar decisiones más conscientes y responsables.
Una decisión que cambió mi vida
Yo adopté a Nevado, que había sido maltratado y abandonado hasta quedarse ciego. Adoptarlo fue, sin duda, la mejor decisión que he tomado en mi vida. Nevado no es un objeto ni un capricho: es una vida que confió en mí y que me enseña cada día sobre resiliencia, amor y gratitud.
Por eso, desde Nevado Siempre Sonríe, queremos recordar algo esencial: adoptar no es regalar, es comprometerse. Son vidas, no objetos. Y si decides adoptar, hazlo con el corazón, pero también con responsabilidad y coherencia.


